- Qué significa / ha significado para ti ser médico/a
Desde la infancia he sido sensible al sufrimiento ajeno. De niño escuchaba con verdadera atención los comentarios que hacía mi madre acerca de las enfermedades en la familia o en la vecindad. Y de niño siempre asociaba enfermedad con sufrimiento.
También, desde que tengo recuerdos, me he preguntado sobre las causas de mi propio sufrimiento, y si habría alguna forma de aliviarlo.
En mi imaginación siempre surgía la figura del médico como persona capaz de aliviar este sufrimiento.
- ¿Por
qué elegiste esta profesión?
Creo que elegí ser médico tratando de encontrar alguna solución al sufrimiento. Estudiar medicina, ser médico, era una respuesta natural a esta inquietud.
3. ¿Qué recuerdos destacas de cuando empezaste a ejercer?
Son varios
los que destacaría
- El temor
ante la responsabilidad que implicaba llegar al diagnóstico de la enfermedad y
la dificultad de elegir el tratamiento adecuado.
-
El engaño al
que sometíamos a los enfermos desahuciados proporcionándoles una falsa
esperanza convencidos de que era la mejor manera de aliviar su sufrimiento.
- El impacto
que me causaban las enfermedades o accidentes que causaban discapacidades
permanentes en los pacientes.
- La conmoción
que me produjo conocer el destino de las personas que, careciendo de recursos
humanos y materiales, dábamos de alta del hospital. En algunos casos, no
aliviaba sino incluso prolongaba el sufrimiento de los enfermos o de sus
familias.
- La marginación causada por la enfermedad; saber que la pobreza, la miseria, era una pesada losa que afectaba severamente a los enfermos.
- Cuéntanos algún momento inolvidable positivo de tu andadura profesional
Más que un momento yo destacaría lo que fue todo un proceso. El proceso de adquirir el conocimiento de que el sufrimiento del enfermo no lo causaba solo la presencia de la enfermedad, sino que distintas circunstancias personales –como las creencias así como las propias vivencias–, o las circunstancias familiares, sociales y económicas, modificaban de manera notable la percepción del sufrimiento por parte del enfermo. Y que la actuación sobre los distintos factores que participaban en el sufrimiento podía modificar el padecimiento de los enfermos.
Unido a lo
anterior que he citado, también fue un momento inolvidable positivo el
descubrimiento de la autonomía de los enfermos.Yo era un médico residente todavía
muy joven, cuando un joven adjunto –el doctor Joaquín Lapaza– me abrió los ojos
acerca de que las decisiones con respecto a los tratamientos debían ser tomadas
por los propios enfermos, pues era a ellos a quien realmente les correspondía.
También, reconocer como maestros a aquellos médicos que se acercaban con empatía a los pacientes, a aquellos cuya bondad proporcionaba esperanza a los enfermos y a sus familias con su sola presencia. Mencionaré dentro de mi especialidad a Fernando Neira y Evelia Ojeda. Y de otras especialidades al ginecólogo Larraz, al traumatólogo Armendáriz, a los cirujanos Miguel Etxenique y Martín Irazusta
- ¿Qué dirías que es lo mejor que te ha aportado esta profesión?
Me ha permitido conocer mejor a las personas –tanto enfermas como sanas–, y también conocerme a mí mismo.
He comprobado en la práctica cómo los profesionales bondadosos, humildes, empáticos, generosos, lograban mejores resultados con los enfermos y, cuando la enfermedad era incurable, conseguían aliviarles, consolarles.
Otro aspecto que deseo destacar de la profesión es la oportunidad que me ha brindado de acceder a nuevos conocimientos, tanto médicos como humanos.
· Me formé como especialista en
Medicina Interna y, luego, profundicé en el conocimiento de otras ramas como la
Bioética, la Geriatría y los Cuidados Paliativos, que me proporcionaron una
visión más amplia y completa de la Medicina y del ser humano.
· Ayudé, junto a otros compañeros y compañeras, a crear el Comité de Ética Asistencial. El Comité ha sido una gran herramienta de crecimiento personal y creo que las deliberaciones de todos sus miembros permitieron ayudar a muchas de las personas que por distintos motivos acudieron al Comité.
- ¿Y qué dirías que es lo más duro de ser médico?
Convivir con el sufrimiento del enfermo y de sus familias.
Reconocer que, algunas veces, aunque yo tuviera la mejor de las intenciones, no lograba aliviar sus sufrimientos.
O incluso que, a pesar de mis buenas intenciones, mi atención podía aumentar el sufrimiento de los enfermos y de sus familias.
También el pensamiento de que, en algunos casos, no había hecho lo suficiente o que las decisiones que había tomado habían sido desafortunadas.
- ¿Y qué legado crees que deja el médico (en sus pacientes, en sus compañeros, en la sociedad…)?
No sé responder bien a esta pregunta general.
En mi caso concreto, desearía que mis pacientes y sus familias supieran que hice por ellos todo lo que humanamente me fue posible, que les atendí con todo el conocimiento que disponía en cada momento.
Y con respecto a mis compañeros, tengo palabras de agradecimiento para muchos de ellos por su comprensión y por su apoyo en muchos de los momentos de inquietud y zozobra que viví.
- ¿Podrías hablarnos también de alguna situación, algún momento o suceso, que recuerdes como muy duro y que aún no olvidas?
Todavía –en demasiadas ocasiones– acuden a mi mente la enfermedad y la muerte de bastantes personas.
Cuando aparecen sus rostros, siempre pienso que no estuve a la altura –bien como persona, bien como médico– de lo que estas personas necesitaban.
- ¿Cómo llegó/fue el momento de decir adiós, de jubilarte? ¿Echas de menos ejercer?
Fue un momento triste.
Llegué a sentirme desbordado y saturado en la unidad en la que trabajaba. En parte por el relativo desconocimiento de nuevas herramientas de trabajo como la informática.
Sentí que podía ser una rémora para las nuevas generaciones de médicos, ya que el trabajo al que yo no llegaba debían ocuparse ellos.
También me sentía mal por la irrupción de una forma de ejercer la medicina diferente a la que yo hasta entonces creía más adecuada para socorrer el sufrimiento de los enfermos que atendíamos. No supe integrar la Medicina Basada en la Evidencia con lo que Albert Jovell denominó Medicina basada en los Afectos.
Por otro lado, tuve clara conciencia de que la idea de la medicina que yo tenía no entraba en los nuevos parámetros de la dirección de Osakidetza. Mi forma de trabajar implicaba disponer de un tiempo que no tenía. La carga de trabajo iba progresivamente en aumento disminuyendo el tiempo que se necesitaba para lograr una atención adecuada a los enfermos. También encontraban grandes dificultades para mantener a los enfermos hospitalizados el tiempo que yo estimaba necesario para lograr un alta satisfactoria del hospital para los pacientes y sus familias.
Generalmente, las personas más desafortunadas, tanto en su salud como en el plano económico y social, eran las más perjudicadas. No poder atender el sufrimiento de estas personas, tal y como yo creía que lo necesitaban, fue muy frustrante para mí. Todas estas cuestiones me llevaron al desánimo y a la depresión y tomé la decisión de jubilarme, aun cuando todavía podía haber seguido trabajando algún tiempo más.
En cuanto a la otra pregunta, sí echo de menos los años en los que pude acercarme al modo de ejercer la medicina que yo creía más adecuada. Una medicina que trataba de abordar –con la ayuda de otros profesionales, no solo médicos– el sufrimiento de los enfermos y de sus familias.
- Si volvieras a tener 18 años, ¿elegirías ser médico?
Probablemente sí. Pero si tuviera el conocimiento del que hoy dispongo es probable que no hubiera seguido los mismos pasos. Creo que, a pesar de las palabras y de la propaganda, la medicina corre un riesgo importante de deshumanizarse. Y, personalmente, no creo que hubiera sido capaz de enfrentarme a una forma de ejercer la medicina en la que resulta muy difícil abordar el sufrimiento humano.
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