RETALES DE LA INFANCIA Mi madre contaba que con el traqueteo del tren le entraban ganas de dormir. Yo no lo podía comprender, puesto que, desde que tenía memoria, viajar en el ferrocarril era una experiencia maravillosa para mí. Por las ventanillas podía ver a las vacas pastando en los prados y caseríos dispersos por el monte. A veces, por las afueras de alguno de los pueblos por los que cruzaba, se podían contemplar grupos de obreros que, con la cabeza gacha y el rostro serio, se dirigían a la entrada de una fábrica. Es cierto que no siempre era agradable. En ocasiones, un olor pestilente se apoderaba de todo el vagón, pero incluso en esos momentos se creaba un clima jocoso que me divertía. Siempre había alguno que acusaba a otro de haber expulsado una flatulencia. Finalmente alguien comentaba que era el precio que debía pagarse por el progreso y que el olor emanaba de los residuos que flotaban en el río procedente de las Fábricas Papeleras. Lo que yo sí puedo asegurar es que ...