MONÓLOGO DEL AITONA* Nire bilobari eskainia* Duérmete, niño, duérmete ya … Voy a contarte cómo ha sido la jornada, pequeño. Los primeros rayos de sol han iluminado las paredes de mi habitación desde muy temprano. Algunos trinos madrugadores anunciaban la buenaventura a los ganaderos del pueblo. Me he asomado a la ventana, soplaba una brisa fresca y suave. Unas delicadas ráfagas de aroma de espliego y madreselva me han traído recuerdos infantiles teñidos de nostalgia. Desde mi atalaya, me he fijado en un reguero de laboriosas hormigas que se afanaban acarreando sus pesadas cargas por las baldosas del soportal de la casa. Todo invitaba a la alegría. Ha sido entonces cuando he oído tu llanto. Me llamabas desde tu cuna. Al verme, has sonreído. Tendías tus brazos, para que yo te tomara entre los míos. Luego, hemos iniciado nuestro ritual diario. He abierto el portón y, atravesando el porche de la casa, te he paseado por la era cubierto con una manta. Decenas de avione...