Vidas desgraciadas Eloy salió de casa antes del amanecer, entró en el bar de la esquina y pidió un carajillo. Mientras se lo preparaban, recordó el momento en el que le hicieron entrega de un reloj: “La empresa le agradece los servicios que ha prestado durante estos años...” Aquel día había llevado una botella de crianza, algunas cervezas y jamón serrano del bueno para celebrarlo con sus compañeros de taller durante el periodo de descanso. Aprovecharon ese tiempo para comentar las incidencias del partido de fútbol del día anterior mientras echaban un trago y picaban alguna tapa; luego, todos soltaron algunas carcajadas cuando “el chispas” contó un chiste. Tras la pausa, se volvieron al tajo no sin antes desearle una feliz jubilación. Sin embargo, al sonar la sirena que indicaba el fin de la jornada, se sintió extraño, le parecía que se había convertido en un ser anodino, prescindible… Aquí tiene, caballero. Las palabras del barman le apartaron de sus cavilaciones. Cuando ...