Paseando con el nieto Abrió la ventana para refrescar el interior de la casa, fuera soplaba una brisa agradable. En ese momento escuchó la voz del nieto y se dirigió a su cuarto. Lo encontró sentado en la cama, todavía somnoliento. Entonces, el peque, extendió los brazos y él lo tomó entre los suyos. Pensó en llevárselo de paseo por el monte, pero no estaba seguro de que fuese una buena idea, el chico acababa de cumplir tres años y su equilibrio era frágil, aún se caía con facilidad. En cuanto a él, sus piernas se habían debilitado con el paso de los años y habían perdido vigor. Consideró que debería extremar su prudencia para que nada malo le ocurriera al ser que le había devuelto las ganas de vivir. Atravesaron el portón de la era y el crío se adelantó unos metros. Su marcha era alegre, desenfadada, zigzagueante, distraída. A cada paso se agachaba a coger algunas piedras y las tiraba por el ribazo. El abuelo insistía para que reparara en los insectos que pululaban en l...