Los meteorólogos habían anunciado un tiempo adverso y decidí refugiarme en el interior de la casa con mi nieto. La tarde fue desagradable, la noche tormentosa. Me sentí tranquilo entre los muros del edificio, nos daban cobijo. La lluvia, copiosa, había refrescado y humedecido los campos. Kilian, durmió toda la noche de un tirón. Cuando abrió los ojos, en la radio se escuchaba el sonido triste de una guitarra acompañada de orquesta. Estaba tranquilo. Al verme, dispuso sus brazos como si tocara el violín. La música tiene el don de amansarle, de serenarle. Así ha sido desde que era un bebé. La tormenta amainó al clarear el día. Finalmente, escampó. En el cielo se dibujó un arco iris tiñendo la jornada de alegría y esperanza. Ilusionado, le tomé entre mis brazos y abrí la ventana. Era la primera vez que mi nieto contemplaba este fenómeno atmosférico. Se asustó y se aferró a mi cuello desviando su mirada de la luz multicolor. Mientras los colores se desvanecían, yo le explicaba ...